Emociones y prevención del suicidio

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Emociones y prevención del suicidio

El suicidio es un fenómeno que muestra una elevada incidencia en el mundo actual. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2019) anualmente cerca de 800.000 personas se quitan la vida, mientras que el 40% cometen un intento de suicidio (García et al., 2007). Hasta la fecha, el suicidio se ha catalogado como la tercera causa de muerte en los jóvenes con edades entre los 15 y 29 años. Se ha observado que aproximadamente el 80% de los suicidios se vincula a enfermedades mentales. Investigaciones planteadas por Arenas, Gómez-Restrepo & Rondóna (2016) en Factores asociados a la conducta suicida en Colombia; y Ceballos & Colorado (2012) encontraron la relación entre suicidio y la presencia del trastorno depresivo mayor, trastorno de ansiedad, psicosis y trastorno bipolar. De igual manera, detallaron que ciertos rasgos de personalidad como la impulsividad, una baja tolerancia a la frustración y una autoimagen negativa incrementan el riesgo de ideación suicida.

Sin lugar a duda, el suicidio es una problemática que incide en la sociedad y va ligada a la salud mental y pública. Ahora bien, nos preguntamos: ¿Qué rol ejercen las emociones en el tema del suicidio?

El suicidio es el acto consciente de autoaniquilación, que se entiende como un malestar en un individuo que percibe este comportamiento como la mejor solución (Shneidman, 1985). Otros autores como Echeburúa (2015) describen el suicidio como “una urgencia vital ubicada no sólo en un contexto biográfico de pérdida de la salud de la persona, sino también de debilitamiento de sus redes afectivas y sociales”.

Como se ha establecido a través de la investigación, la emoción es un estado momentáneo compuesto por elementos cognitivos (eventos psicológicos relevantes), respuestas fisiológicas y una tendencia a la acción (Ekman, 1992). Las emociones desempeñan un papel fundamental en las teorías sobre suicidio, por ejemplo, Beck (Citado en Ortega, 2018) resalta distintos aspectos emocionales como los responsables de la conducta suicida, entre ellos cita los individuales (patología, violencia, abuso); familiares (hacinamiento, límites, trato hostil y permisivo); y sociales (fracaso escolar, exposición a conducta suicida) que tienden a presentar un riesgo en el comportamiento suicida (Ortega, 2018). Si bien cotidianamente las personas tienden a explicar la causa del suicidio como: “Se suicidó porque era una persona depresiva”; “Lo hizo porque la tristeza que sentía era profunda”; “Tuvo un arranque de celos y eso lo hizo suicidarse”; “La noticia lo llevó a la desesperanza y por consiguiente cometió el suicidio”, debido a que hablar de suicidio genera en ocasiones evitación (Franco et al., 2017), no se reconoce suficientemente, ni se le da la debida importancia, al papel que el manejo emocional puede implicar en que una persona tome la decisión de terminar con su vida.

Schneidman, Faberow y Litman (1970) mencionan que la causa principal de suicidio es el dolor emocional o “psicalgia”. Este es entendido como un sufrimiento importante a nivel vital que afecta a la persona, y que puede conducir a que se plantee el suicidio. En ocasiones, la mayoría de los suicidas expresan diversos estados emocionales a los que se atribuye que decidan cometer el acto suicida. Por ejemplo, experimentar emociones como tristeza, enojo o ansiedad (que el individuo no logra regular) puede evocar fisiológicamente una reacción intensa y reportar ideas autodestructivas que puede desencadenar en una conducta suicida.

La inteligencia emocional es un factor clave en el trabajo de prevención del suicidio ya que funcionalmente nos sirve para comprender cómo percibimos, evaluamos y expresamos nuestras emociones. La inteligencia emocional es una habilidad que puede lograrse por medio de la percepción y valoración —identificación de contenido emocional—; la facilitación —solución de problemas y creatividad—, el análisis —conocer cómo se procesa la información y cómo afecta el razonamiento—; y la regulación emocional —entender estados emocionales, ser reflexivo y determinar si la información asociada es útil— (Mayer, Caruso & Salovey, 2000; Fragoso-Luzuriaga, 2015).

Cuando experimentamos una emoción es fundamental validarla, esto significa, reconocer que está bien sentirla y considerar el por qué nos sentimos de este modo. Si no se valida apropiadamente una emoción, si no se acepta o no se expresa, esta comienza a evolucionar hacia formas más complejas como los sentimientos, pudiendo llegar a transformarse en estados afectivos o incluso en trastornos del estado de ánimo; de acuerdo con Bedoya y Montaño (2016), revisiones de literatura han identificado que, en al menos un 90% de los casos de suicidio se ha presentado alguna forma de trastorno mental. Es importante considerar que, si bien se valida la emoción, no siempre se puede validar la conducta. Podemos, por ejemplo, sentir ira, pero ello no implica que agredamos a alguien o que rompamos algo.

En conclusión, si atendemos oportunamente a lo que nuestras emociones nos advierten validándolas y comunicándonos a partir de ellas, podremos conducir nuestra vida de un modo más armónico y con mayor bienestar (Bisquerra Alzina, 2009).

Desde la perspectiva de la gestión emocional, ten en cuenta que es importante trabajar el autocontrol en quienes están expuestos a situaciones de inconformidad, frustración, conflictos o ideas autodestructivas.

A continuación, algunas ideas para interactuar con una persona que pasa por alguna de las anteriores situaciones:

  1. Acércate a estas personas y animarlas a hablar a su manera y a su ritmo,
  2. Ofrécele palabras de apoyo y sé compasivo.
  3. Escucha sin juzgar, es probable que ayudes a reducir los sentimientos de angustia.
  4. Motívalos al reconocimiento de la importancia de las emociones, a comunicarse más con seres queridos (Amigos o familiares)
  5. Apóyalos y acompáñalos en una experiencia agradable que les ayude a mejorar el momento emocional: A comer algo que sea de su gusto, a caminar, a escuchar música agradable, a hacer ejercicio, entre otras.  El propósito de este ejercicio es que la persona centre su atención en algo agradable y diferente a los pensamientos que en ese momento le causan malestar.
  6. Sugiéreles que recurran al apoyo profesional que pueda requerir.

Identifica y ejecuta de forma oportuna y positiva el manejo de la ira, la tristeza y la frustración que son emociones y sentires cotidianos, esto puede llegar a ser una fórmula para asumir pequeños fracasos que permitirá tolerar el estrés y controlar los impulsos.

¡La prevención es un compromiso de todos!

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Referencias

  • Arenas, A., Gómez-Restrepo, C., & Rondón, M. (2016). Factores asociados a la conducta suicida en Colombia. Resultados de la Encuesta Nacional de Salud Mental 2015. Revista colombiana de psiquiatría45, 68-75.
  • Bedoya, E., & Montaño, L. (2016). Suicidio y Trastorno Mental. Rev. CES Psicol. 9(2), 179-201.
  • Bisquerra Alzina, R. (2009)  Psicoepdagogía de las emociones. España: Síntesis.
  • Ceballos, G., Suárez, Y. (2012). Características de inteligencia emocional y su relación con la ideación suicida en una muestra de estudiantes de Psicología. Revista CES Psicología, 5(2), 88-100.
  • Echeburúa, E. (2015). Las múltiples caras del suicidio en la clínica psicológica. Terapia psicológica, 33(2), 117-126. https://doi.org/10.4067/s0718-48082015000200006
  • Ekman, P. (1992). An argument for basic emotions.Cognition and Emotion, 6, 169–200.
  • Fragoso-Luzuriaga, R. (2015). Inteligencia emocional y competencias emocionales en educación superior,¿ un mismo concepto? Revista iberoamericana de educación superior6(16), 110-125.
  • Franco, S. A., Gutiérrez, M. L., Sarmiento, J., Cuspoca, D., Tatis, J., Castillejo, A., … & Rodríguez, C. I. (2017). Suicidio en estudiantes universitarios en Bogotá, Colombia, 2004–2014. Ciência & Saúde Coletiva22, 269-278.
  • García J, Palacio C, Arias S, Ocampo M, Calle J, Restrepo D, Vargas G, Lopez C. Características asociadas al riesgo de suicidio valorado clínicamente en personas con intento reciente. Revista Colombiana de Psiquiatría. 2007; 36(4): 610-627
  • Mayer, J D., Caruso, D. R. y Salovey P. (2000). Models of emotional intelligence. En Sternberg, R. J.
  • (ed.). The handbook of intelligence. New York: Cambridge University Press. 396-422.
  • Organización Mundial de la Salud [OMS]. (2019). Suicidio. Recuperado de: https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/suicide
  • Ortega González, M. (2018). COMPORTAMIENTO SUICIDA (Primera Edición ed.). Qartuppi, S. de R.L. de C.V. https://doi.org/10.29410/QTP.18.05
  • Shneidman, E.S., Farberow, N.L. and Litman, R.E. (1970) The psychology of suicide. Science House, New York.
  • Shneidman E. (1985).  Definition of suicide. John Wiley & Sons. New York

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